El lugar de los padres en la terapia con adolescentes
- grupoclinicosigno
- 18 mar 2023
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La psicología clínica ha considerado a la adolescencia como una etapa vital con características y problemáticas particulares. Entre ellas destaca el proceso de diferenciación del(a) adolescente, el que típicamente implica una toma de distancia respecto de los padres, pero que requiere, también, la integración de lo aprendido en la familia. Dicho sencillamente, dejar de parecerse se hace con el material de lo parecido.
De forma problemática, la adolescencia es considerada como una época de cambio y de transición: cambios en el cuerpo, en los gustos, en la forma de relacionarse con el mundo, en el pensamiento. Lo que hace que el cuestionamiento sea también tomado como transición, y la adolescencia misma pasa a ser entendida como pasajera ¿pero no lo es también la adultez ? ¿no es de manera radical la naturaleza de todo lo que hay el ser pasajero?
No se trata de decir que todo es igual, pero sí de emparejar en algo la cancha, como para poder tomar en serio lo que aparece en la adolescencia y que ésta no sea sólo un adolecer.
Lo pasajero es necesario para lo continuo. “Lo único permanente es el cambio”, dice Heráclito. Y es la manera en que cambiamos lo que nos da una “identidad”, a falta de una mejor palabra. Dicho de otro modo, lo que nos distingue y nos singulariza, es la forma que toman nuestros pasajes.
¿Qué implicancias tiene esto para el trabajo terapéutico?
1. La obligación de considerar al adolescente como un interlocutor válido por sí mismo, en sus pensamientos, creencias, apreciaciones y acciones, y no como un sujeto que estaría solamente en vías de formación.
2. Que el proceso de diferenciación necesita un parangón respecto del cual diferenciarse, contrapunto que suele ser ubicado en el lugar de los pamadres, no sin conflicto. Esto hace que la terapia con adolescentes tenga la especificidad de convocar a más personas que el paciente mismo, fenómeno menos usual en la terapia con adultos.
3. Que la combinación paradójica de transformación e identidad por un lado, y convocatoria y ruptura por el otro, hacen de la terapia con adolescentes un lugar de encuentro emocional, identitario, cultural y político, en el que lo que aqueja tiene la virtud de irrigar otros campos más amplios que el individuo y su familia.
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